domingo, enero 6

domingo....


Cinco de la mañana del día después.
Unos pibes borrachos interrumpen mi sueño. Rompen la ventanilla de un auto, patean cosas en la calle, rajan la puerta del edificio de enfrente. Pocas ventanas iluminadas.
Atrás sólo suena la alarma del móvil. Observo todo desde el sexto piso.
De las calles tranquilas a un vendaval de locura, en menos de un minuto.
Ya no puedo dormir.
Intento, pero un halo de soledad visita la otra mitad de mi cuerpo.
Como si se instalara de repente y viniera a mostrar las cosas más sucias, vulnerables, ingobernables, que tenemos los humanos.
Y está ahí, en el costado de la cama: oscura, sedienta.
Logro verla. Puedo verla.
Y de repente, se instala ese maldito costado de los domingos. Ese que busca para encontrarse, q atraviesa para movilizarse, que bucea para salvarse.
Y así sucesivamente.
Como los días, como las horas.
Puro maquillaje que envuelve, miente, solventa irrealidades porosas.
Vuelvo a la cama, parece q en el libro hay un tipo que habla con los gatos.
Y hay otro llamado Cuervo que siempre tiene la palabra justa.
¿Y si se trata de buscar la otra mitad de la sombra, en vez de negarla?